Estrenando nueva sección. Mi blog aún tiene muy pocas visitas pero no importa... se que las pocas personas que han pasado por aquí no se decepcionan. Confío en mí y en ustedes a que esto se irá haciendo poco a poco más grande, mientras tanto les dejo una lectura que en lo particular me encanta. Gracias a mi amiga Brianda Cano, porque gracias a ella, esta nota esta aquí. Antes, debo aclarar que yo no escribí eso.
Trabajo en una revista de moda.
Trabajo en una revista de moda. En efecto, soy maricón. No esque todos los que trabajan en el mundo de la moda lo sean,también hay mujeres. Personalmente no conozco a ningún diseñador que no lo sea. Tampoco a ningún estilista, ni a ningún maquillador, ni a ningún otro editor de moda. Sin embargo, sí hay fotógrafos heterosexuales. Son como una especie de ginecólogos, pero en moda. Supongo que es una perversión como otra cualquiera.
No hace falta ser marica para trabajar en moda. Otra vía de acceso, más fácil, a las revistas de moda femeninas, es gozar de un apellido aristocrático o compuesto. En el currículum, con un poco de suerte, incluso figura un título de periodista, y como experiencia profesional acompañar a tu madre de compras porlas mejores boutiques internacionales.
En mi caso, soy marica, tengo apellido compuesto y con dieciocho años me eché un novio rico, diez años mayor que yo, con el que fui de compras por las mejores boutiques internacionales. Hastaque lo dejamos, le dejé, cuatro años más tarde.Ahora tengo 35 años, desde hace seis soy medio cocainómano y desde hace cinco editor de moda de 1,2,3, España, la edición española de la mítica revista inglesa de tendencias. El nombre dela revista, obviamente, no lo elegí yo...
Hace muchos años alguien,en un arrebato creativo, le puso nombre a la criatura. Es una clara alusión a la típica frase que los fotógrafos de moda utilizan antes de disparar: One, two, three, smile. En la portada, el uno aparece gráficamente destacado frente al resto de los números, por lo que normalmente la gente se limita a decir One, Un, Uno… dependiendo del país; pero internamente, y sobre todo por escrito, estamos obligados a mantener todos los dígitos,
incluido el emoticón.
Hay quien puede pensar que mi cargo lo conseguí por ser gay,tener un apellido compuesto o haberme echado algún novio rico. Pues no. Aparte de eso he hecho más cosas. Me he tiradoaños como redactor freelance en gran parte de la prensa independiente europea y más años todavía trabajando en diferentes agencias de publicidad, pasando de junior a director creativo responsable de las campañas de imagen de algunos de los grandes grupos de moda españoles. O sea, que soy editor de moda por algo más que por ser maricón. Quizás el hecho de ser medio cocainómano es lo que más me
ha ayudado en mi trabajo.
Mi jornada laboral es infinita. Cadadía chequeo más de doscientos mails. Mi mesa siempre está repleta de correo: sobres con los look books de las colecciones de cientos de marcas de moda, invitaciones a todo tipo de actos,
etc. El teléfono suena constantemente, desde un fotógrafo que quiere enseñarte su book, a un relaciones públicas que quiere confirmar tu asistencia al cocktail de presentación de una colonia o lo que sea. Además de todo esto tengo que hacer mi trabajo:organizar editoriales de moda, decidir con qué marcas, cómo,dónde y con quién se va a hacer un shooting, elaborar y seleccionar contenidos para próximos números, escribir, hacer alguna entrevista, coordinar a los colaboradores externos, gestionar presupuestos, hacer scouting, establecer estrategias comerciales para satisfacer a
los anunciantes, acudir, si no queda más remedio, a eventos organizados por marcas anunciantes, buscar fórmulas creativas para diferenciarse de la competencia… Todo aderezado con innumerables reuniones y sufriendo un jet lag permanente por culpa de los viajes transoceánicos y de los desfases propios de mi vida sociolaboral.
Pero no me puedo quejar, hago lo que me gusta, me encanta la moda y la energía que se mueve a su alrededor, de la cual me alimento. De repente un día, sin saber cómo, descubrí que estaba enganchado, que no desconectaba nunca. Había convertido el ocio en trabajo y viceversa. La frontera entre vida profesional y personal había desaparecido. Me había convertido en un adicto: no paraba de hablar de moda, mi vida giraba en torno a ella, me obsesionaban sus entresijos, esperaba con ansiedad que algo me sorprendiera cada temporada, necesitaba epatar a mis lectores en cada nuevo número de la revista como si fuera un narcotraficante emocional… Me había enganchado, pero no lo quería reconocer,y mucho menos dejar. Me había convertido en un drogodependiente de la moda.
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